Nunca pensé que un reloj me haría sonreír cada vez que lo miro. Pero aquí estoy, escribiendo estas líneas con mi primer Seiko en la muñeca: el Chronograph 7T92-0DW0.
No fue una compra planeada. O tal vez sí, pero de esas que se gestan en el fondo durante meses sin que uno se dé cuenta. Llevaba tiempo leyendo, comparando, viendo reseñas... pero siempre me decía: "aún no". Hasta que un día simplemente lo compré. Y todo cambió.
El encanto inevitable de Seiko
Seiko siempre había estado en mi radar, pero lo veía como una marca para “después”. Primero estaba con Casio, con algunos digitales económicos que me acompañaron muchos años. Pero quería algo más serio, más elegante. Algo que pudiera llevar a una reunión, a una cena o simplemente disfrutar en silencio mientras trabajo.
Y eso encontré en este modelo: un cronógrafo con presencia, pero sin pretensiones. Fino, pero masculino. Deportivo, sin ser ruidoso. Para mí, fue perfecto.
Primera impresión del 7T92-0DW0
Cuando lo saqué de la caja, lo primero que pensé fue: “esto se siente bien”. La caja de acero tiene un brillo discreto. La carátula negra con sus subesferas bien marcadas me pareció equilibrada, funcional y bonita. El movimiento del segundero del cronógrafo, suave y preciso, me fascinó más de lo que esperaba.
Lo uso todos los días
Desde que llegó, no ha salido de mi muñeca. Me acompaña cuando salgo, cuando escribo, cuando pienso. Tiene un peso justo, ni molesto ni liviano. Lo suficiente para recordarte que lo llevas, pero sin cansarte.
No sé si sea el mejor reloj que voy a tener, pero sí sé que va a ser uno de los más importantes. Porque es el primero. Porque marca el inicio de algo.